La pandemia y otras crisis recientes han puesto de manifiesto la injerencia de los poderes políticos y económicos en los medios. Lo retrata el ex director de El Mundo , David Jiménez, en la entrevista que encontramos a continuación, en la que denuncia la presión que recibe el periodismo del establishment.
David Jiménez, ex director de ‘El Mundo’, comprende muy bien, ahora, cómo funciona la dirección de ese periódico. Lo natural era que dirigiese el periódico otra persona. Pero alguien pensó que, viniendo de la total desconexión del mundo de la política y sin vinculaciones en España, sería una persona más fácil de manipular y podrían controlar el periódico. Así explica Jiménez su llegada desde las corresponsalías de Asia a uno de los grandes centros de poder del país, el despacho de dirección de El Mundo. Se equivocaban y, por eso, tras 366 portadas fue cesado en su cargo.
En su libro, “El Director”, denuncia las presiones que recibe el periodismo del stablishment. Un intento constante, muchas veces fructífero, de tomar el control de las redacciones. Destaca presiones políticas, económicas y del propio grupo empresarial que se reúne con las primeras. Siendo la económica la que considera más relevante porque, a fin de cuentas, en momentos de crisis los poderes económicos aprovechan para hacer verdaderas presiones, pues saben que los puestos de trabajo dependen de ello. El poder político también se sirve de estas mismas circunstancias. “El poder económico protegía al poder político, el poder político protegía al poder económico, la prensa protegía al poder económico”. Un triunvirato de poder que funciona al unísono.
Jiménez, que habla en el libro ‘El periodismo en tiempos de crisis. Entrevistas a 15 directores de periódicos’, de la periodista Pilar Rahola, cree que el objetivo de la cesación de su cargo no era otro que el de silenciarlo. “No me queda otra explicación que el de la voluntad de silenciarme. Y lo consiguieron durante un año y medio”, asegura.
Jiménez, que lleva más de 30 años dedicado al periodismo, reconoce que el periodismo español está en crisis y que hay que reinventarlo. Cree que el periodismo tiene que ser más crítico y que los periodistas tienen que estar más cerca de la sociedad. “El periodismo tiene que estar en el lado de la gente, de las personas que están en la calle, que luchan por sus derechos. Tiene que estar en el lado de la sociedad y no en el lado de los poderosos”, afirma.
El periodista, que publica el libro ‘El Mundo. La historia secreta’ (Alienta), asegura que el objetivo de su libro es mostrar la cara oculta de este periódico, una cara que él conoció en primera persona. Según Jiménez, el objetivo de la cúpula de El Mundo es el poder y no la información. Para ello, no dudan en utilizar cualquier medio, incluso el cierre de una redacción, el despido de un periodista o el cambio de dirección.
Además, comenta otros errores de la prensa. Como el “trasladado de las trincheras políticas a la prensa”, mezclando opinión con información utilizando titulares llamativos a cinco columnas en los que se confundía a los lectores. Sin establecer una distinción inequívoca entre los hechos objetivos y las opiniones o conjeturas. Que, aún no estando el periodista obligado a ser neutral, sí debe quedar claro en cada momento cuál es el origen de la información.
Jiménez también destaca prebendas, regalos, influencias, sobresueldos; ofrecidos directamente a algunos periodistas. Unas veces de forma muy directa y otras de forma más sutil con la proporción de documentación sensible para que las noticias se fabricasen, aún cuando esa documentación pudiera ser falsa. Esos documentos que el gobierno filtraba a la prensa había medios que los publicaba sin mayor contraste cuando, en rigor, debía realizarse la investigación directamente por parte de los periodistas.
En un contexto de presiones y tramas empresariales y políticas podríamos preguntarnos: ¿Existe la objetividad en periodismo? Algo que a principios de 1920 Lippman afirmaba consistía en que los periodistas tuvieran un mayor espíritu científico: «Solo existe una unidad posible en un mundo tan diverso como el nuestro. Se trata de la unidad de método; la unidad del experimento disciplinado.» Y aunque este método puede ser objetivo, científico y estar basado en hechos irrefutables, el periodista no es objetivo. Kovach y Rosenstiel afirman que la objetividad no existe y decir lo contrario es dañino para toda la profesión. Francesc Burguet (2002) insiste en que el profesional de la información es subjetivo y que la objetividad consiste en disimular cualquier rastro de subjetividad.
Los estudios confluyen en que los periodistas deben investigar de manera rigurosa la información, acercándose a los hechos de forma metódica, contrastando datos, con amplitud de fuentes para dar pluralismo a la información y todo ello plasmarlo en su trabajo siendo fieles a los códigos deontológicos, de manera que redunde en un crecimiento de la credibilidad.