
En el mundo de la comunicación hemos presenciado diferentes avances que han supuesto un antes y un después. Sin embargo, no estamos ante la desaparición de unos medios por causa del nacimiento de otros. Cuando surgió la televisión, la radio no desapareció y, ahora, con la revolución que está suponiendo Internet y las nuevas tecnologías, los medios de comunicación tradicionales no están destinados a desaparecer. Aunque, sin duda, están teniendo que realizar una adaptación al nuevo ecosistema en el que Internet y los nuevos dispositivos móviles se desarrollan. Una transformación sin precedentes.
Claro ejemplo de la transformación de los medios y de la propia profesión periodística, que expone Pavlik (2005), es el de la publicación de ElPeriodico.com que muestra los avances de una determinada noticia en directo. Es decir, una publicación fija que se va actualizando con la nueva información que va surgiendo respecto de un tema, en este caso, el seguimiento del Coronavirus en España. La publicación puede ser consultada por la audiencia de manera recurrente, siempre en la misma ubicación, o puede permanecer abierta a la espera por parte del usuario de nuevas actualizaciones. Ejemplos como estos hemos visto en épocas de elecciones o sucesos como catástrofes naturales. De esta forma, el periodista ha de adaptarse a la nueva realidad y estos nuevos medios. Nuevas narrativas nacidas en estos momentos de revolución tecnológica que permiten nuevas formas de comunicar.
En este sentido, como indica Luis Alfonso Albornoz (2005), “el conjunto de productos informativos ha pasado de un marcado mimetismo (todavía bastante presente) con la prensa impresa a la búsqueda de sus propias formas de expresión”. Como en el ejemplo del enunciado, podemos encontrar diferentes fórmulas y herramientas que enriquecen el proceso informativo, como los elementos multimedia o la interactividad. A este respecto, las TIC han propiciado una directa relación de los medios y los periodistas con la propia audiencia, que ahora no sólo se está convirtiendo en activa y protagonista, sino que también puede ser productora y difusora de la propia información. Enguix (2018) lo explica como el anhelo por eliminar la intermediación del público, por una parte, en su interés por no sentirse víctima de la posible manipulación de los medios; de la política, por otra parte, en su afán por eliminar la función de los medios y ejercer su influencia sobre la opinión pública de la forma más directa posible. Jenkins (2008), por su parte, lo expone como la cultura de la participación y creatividad. Si bien sería importante plantearse si no se trata sólo de un cambio en las herramientas y roles de los actores y, teorías como la “Aguja Hipodérmica” cobran ahora más protagonismo que nunca. Haciendo a la sociedad incapaz de discernir entre la auténtica realidad y la realidad ficticia, una percepción del mundo creada a partir de imágenes simplistas que se construyen en las redes sociales, ayudadas por la cultura fan en la que los sujetos funcionan por imitación y, sin duda, impulsadas por las élites con los llamados “influencers” como títeres para la modificación de conducta de las masas, que ahora se creen propietarias de una cultura que sigue sin pertenecerles.
De esta manera, acrecentado el ruido mediático y el carácter tempestivo del propio proceso comunicacional, es momento de cuidar más que nunca los procesos de elaboración de contenido y evitar los excesos de confianza en fuentes oficiales o habituales y no permitir que el ritmo acelerado por llegar los primeros a la publicación de las noticias haga que éstas informaciones no sean contrastadas con el rigor necesario. El proceso de elaboración de las noticias debe ser, pues, más riguroso que nunca y requiere un especial esfuerzo en cuanto a la exactitud y búsqueda de la excelencia informativa, así como a la rigurosidad a la hora de analizar, exponer y explicar los hechos a la audiencia, dejando claro cuáles son las fuentes, dotando a la información de la mayor amplitud de puntos de vista y huyendo de posicionamientos ideológicos propios.
La teoría de la agenda-setting (1972), basada en los trabajos de investigación de Maxwell McCombs y Donald L. Shaw, analiza cómo “los medios fijan en la agenda mediática una serie de issues o protagonistas que después tienen influencia tanto en la opinión pública cómo en la agenda política”. De acuerdo con esta teoría, cuando los medios se centran en temas determinados, la sociedad considera que estos temas son más importantes.
Estos estudios han ido evolucionando, con las teorías de framing, lideradas por Erving Goffman; no sólo centrándose en lo que marca la agenda, sino también en “cómo los medios perciben los diferentes protagonistas y qué enfoque hacen de los temas”. Más recientemente, Internet se muestra como una nueva revolución en este sentido. McCombs admite que cada vez son más los que ven en Internet la muerte del efecto agenda-setting de los tradicionales medios de comunicación. Aunque, según apunta el autor, todo indica que un reducido número de sitios aglutinan y controlan la información ofrecida a una proporción mayor de usuarios. Así, “las principales noticias del día seguirán construyendo una agenda mediática relativamente homogénea”.
Ante esta realidad, encontramos en Internet y, más concretamente, en las redes sociales el ejercicio de una enorme influencia en la opinión pública. Si bien son medios de difusión de información, encontramos en ellos una notable falta de criterios periodísticos tradicionales. Hacen posible que la información pueda provenir de cualquier persona y hacen que su difusión y propagación sean instantáneas. Cualquiera puede emitir en directo hoy. La democratización de la información. La diferencia entre el pasado y el presente de la información es, precisamente, esta multiplicidad de emisores y el nulo requisito para convertirse en uno.
Como inconvenientes de esta nueva realidad encontramos las fake news y la postveritat, que son conceptos cada día más actuales. Siempre han existido noticias falsas. Pero se trataba de un entorno controlable fácilmente detectables, con una cantidad de medios reducida y emisores limitados. Ahora la información puede venir de cualquier persona y por cualquier medio. ¿Qué es verdad y qué mentira? ¿Cómo podemos analizarlo? Ante esto, el gatekeeper debe ser el responsable de contrastar los datos y rectificar en caso de errores en las publicaciones.